Así comenzó la conversación con un equipo esta semana.
Habían probado diferentes soluciones, ajustado procesos, añadido controles… pero el problema siempre regresaba.
Durante la sesión, descubrieron algo importante: no se trataba de encontrar una nueva solución, sino de entender mejor el problema.
Al detenerse a definirlo con claridad, ir al gemba y escuchar a las personas que viven el proceso cada día, aparecieron causas que hasta entonces nadie había considerado.
El pensamiento creativo ayudó a romper viejos esquemas y a conectar ideas que parecían inconexas.
💡 Y entonces ocurrió algo interesante: el foco dejó de estar en “quién tiene la culpa” y pasó a “qué está causando realmente esto y cómo podemos aprender de ello”.
A veces, la mejora empieza cuando dejamos de correr detrás de soluciones y empezamos a hacer las preguntas correctas.
Una gran experiencia acompañando a un equipo en su camino hacia una cultura de aprendizaje y mejora continua.
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